El estudio de la arquitectura como materia es tan extensa y reflexiva que estudiarla nos tomaría una cantidad indeterminada de tiempo. Basada en principios subjetivos, tiende a salirse del marco, tiende a conseguir en el estudiante una sensación de gran inmensidad, una carrera con tantos detalles que se hace imposible terminarla en tan solo 5 años de estudio universitario.
Estoy convencido de en tan poco tiempo inmerso en este mundo que esta ha sido una de las más importantes, sino la más importante decisión de toda mi vida. La vocación de servicio al usuario no es algo con lo que se nace, es muy difícil pensar por otros, es muy difícil amanecerse para otros. Tras un largo proceso de aclimatación y naturalización de mi propia mente a fronteras más extensas, aquella en donde lo físico-espacial esta presente en todos y cada uno de mis pensamientos.
He de admitir que el estudio de la arquitectura me parece abrumador, inmersivo, voraz. Creándose en mí un alter-ego, aquel del cual el espacio, pausa y ritmo son sus únicos motivos de ser. Capaz de eliminar toda clase de dolor, sueño, malestar e incluso alejándome de la realidad por completo. Jornadas de más de 15 horas durante días seguidos sin descanso para el logro de algo concreto, un objetivo que no es más que un pequeño paso en todo este proceso.
Tanto como la calidad de diseño, se necesita de una coherencia, de una capacidad de prever todos y cada uno de los detalles que podría o no variar nuestra propuesta. Desde la forma básica a inicios de una idea hasta el ancho del último peldaño de la última escalera. Se necesita mantener la cordura, mantener una propuesta, una forma de vida que solo te incite a la creación. Una necesidad de preocupación por algo aún inexistente y una capacidad para dejarse absorber por esta.
El estudio de la arquitectura tras tan poco tiempo, me ha dado tesón, fuerza y valentía para ir más allá de lo común; más allá de un muro bien construido, una armonía entre lo que deseo y lo que es mejor en cada situación. Ha influido tanto en mi vida, que me veo incapaz de dar un paso atrás a estas alturas. Una noción de la realidad, que antes por más que quisiera, jamás hubiese sido capaz de conseguir.
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