Cierto es una hazaña por cometer, no debería permitirme tales tropiezos, inconclusas meditaciones en mi estado se presentan como heridas de bala que no veo sanar. Pierdo el ritmo, mi pensamiento se hace torpe, siento no me ayuda, no me beneficia; pero cuanto lo anhelo.
Saco de la manga una imagen de antaño. Siento que cometo un error grave, acaso olvidas que eres débil? Tan lejano, una realidad alterna que si bien fue mi verdad, la he deshumanizado tanto que olvido a veces fue real. Un veterano de guerra que cree haber visto morir sus ideales en la guerra, apunto el fusil a quien es mi último trofeo, quito una vida en nombre de un trozo de tierra que jamás veré.
Y así regreso a casa, con una carga en mis hombros, preguntándome si vale la pena tanto esfuerzo, si vale la pena tanta algarabía, si de tanto en tanto no estaré cometiendo uno de los más grandes errores de mi vida. No quiero escapar, pero tampoco sé como reaccionar. Una bala zumba cerca a mi oreja, regreso a la realidad, la acción no limita mis movimientos y corro en busca de una lugar donde tumbarme por protección.
Siento la respiración corta, reproduzco aquello momentos que desde tan lejano tiempo consigo aún conservar. Nubla mi mente, olvido el presente. Escucho, el estallido conmociona mi cuerpo y observo por última vez todo por lo que luché.
Pero vuelvo a perder el ritmo, no concluyo lo que quise escribir, tal vez por miedo a aquella represalia silenciosa, que me mira desde lejos y crea un pequeño vacío de oxígeno, una sensación amable y tortuosa.
Acelera mi latido en la calma de mi mente, rompe el delicado engranaje que me mueve y corrompo mi espíritu. Cae el soldado abatido y sonriente.
Entonces recuerdo, apago las luces y decido, no vale la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario